En esta temporada de Semana Santa, es natural detenernos un momento para reflexionar sobre lo que realmente importa. Más allá de las tradiciones, los recuerdos o los rituales, hay algo que sigue tocando el corazón generación tras generación: el amor profundo y desinteresado de Jesús.
Mientras se acercaban las horas más oscuras de su vida, Jesús no se enfocó en el dolor que venía, ni en el abandono que sufriría. En lugar de eso, se tomó un tiempo para orar… y lo que pidió en esa oración que nos une.
Hay algo profundamente conmovedor en saber que, en los últimos momentos antes de ir a la cruz, Jesús pensó en nosotros.
En el capítulo 17 del evangelio de Juan, encontramos una de las oraciones más íntimas y poderosas. Jesús acababa de compartir la última cena con sus discípulos. Sabía que sería traicionado, que se acercaban tiempos muy duros, y que muchos de los que lo amaban no podrían permanecer a su lado.
Aun así, no se enfocó en el dolor que venía.
Jesús eligió orar.
Y esto fue lo que dijo:
Juan 17:20-23 (NVI)
No ruego solo por éstos. Ruego también por los que han de creer en mí por el mensaje de ellos, para que todos sean uno. Padre, así como tú estás en mí y yo en ti, permite que ellos también estén en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado. Yo les he dado la gloria que me diste, para que sean uno, así como nosotros somos uno: yo en ellos y tú en mí. Permite que alcancen la perfección en la unidad, y así el mundo reconozca que tú me enviaste y que los has amado a ellos tal como me has amado a mí.
Es impresionante pensar que, en un momento tan crítico, Jesús no pidió éxito, fama ni protección…
Pidió algo que a veces olvidamos:
unidad y amor entre nosotros.
Y siendo honestos, eso hoy parece más difícil que nunca.
Vivimos en un mundo lleno de divisiones, opiniones encontradas y muchas razones para no estar de acuerdo.
Pero tal vez por eso mismo, su oración sigue siendo tan actual y tan necesaria.
La unidad que Jesús soñó no es que todos pensemos igual,
sino que podamos vernos con más compasión.
Recordar que detrás de cada opinión hay una historia, una herida, una experiencia.
Y aunque no estemos de acuerdo en todo, hay algo que sí nos une:
la necesidad de ser vistos, amados y escuchados.
Cuando decidimos vivir con respeto, empatía y gracia, reflejamos algo más grande que nosotras mismas.
Reflejamos el mensaje que Jesús vino a traernos:
Que el amor puede sanar, que la unidad sí es posible, y que juntos podemos construir algo mejor.
Hoy te invito a hacer espacio para esa oración en tu vida.
A abrir el corazón a la unidad, incluso en medio de las diferencias.
Porque ese fue el deseo de Jesús…
y vivirlo es una forma poderosa de honrarlo.
Oración:
Dios, ayúdame a ser parte de la respuesta a la oración de Jesús.
A elegir el amor antes que el juicio, la empatía antes que el orgullo.
A caminar en unidad, incluso cuando no piense igual que los demás.
Que mi vida sea un reflejo de la paz que solo Tú puedes dar. En el Nombre de Cristo Jesús.
Amén.