¿Qué ocupa tu mente y corazón la mayor parte del tiempo?
Piensa por un momento en la cantidad de cosas que compiten por tu atención cada día. El trabajo, las obligaciones familiares, las preocupaciones económicas, las redes sociales, los compromisos sociales… la lista parece no tener fin. En este torbellino de responsabilidades y distracciones, es fácil perder de vista lo que verdaderamente importa. Nos encontramos atrapados en un ciclo constante de hacer más, de lograr más, de planificar el futuro o resolver los problemas del presente, y muchas veces, olvidamos dónde debe estar nuestra atención principal.
Jesús nos da una instrucción clara sobre dónde debemos enfocar nuestra vida y pensamientos:
“Más bien, busquen primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas les serán añadidas. Por lo tanto, no se angustien por el mañana, el cual tendrá sus propios afanes. Cada día tiene ya sus problemas.”
Mateo 6:33-34
Este pasaje es un recordatorio poderoso de que, a pesar de todas las preocupaciones y responsabilidades que enfrentamos, nuestra prioridad debe ser siempre buscar a Dios primero. Cuando ponemos a Dios y Su reino en el centro de nuestra vida, todo lo demás cae en su lugar.
La Trampa de la Preocupación
Uno de los mayores desafíos para enfocar nuestra atención es la preocupación. Nos preocupamos por el futuro, por lo que podría salir mal, por las cosas que no podemos controlar. La preocupación es como un ladrón que roba nuestra paz y nuestra capacidad de vivir plenamente el presente. Jesús nos dice en este pasaje que no debemos angustiarnos por el mañana. Él sabe que cada día trae consigo sus propios desafíos, pero también que si confiamos en Dios y buscamos Su reino, Él nos proporcionará lo que necesitamos para enfrentar cada situación.
¿Qué significa entonces buscar el reino de Dios?
Buscar el Reino de Dios: Un Cambio de Prioridades
Buscar el reino de Dios implica un cambio de enfoque, una transformación interna que comienza con nuestras prioridades. A menudo, vivimos en función de nuestras necesidades y deseos personales, pero Jesús nos llama a algo más elevado. Él nos llama a vivir en función de Sus principios, de Su amor y justicia.
Pero ¿cómo se ve esto en la vida diaria?
Significa: Dedicar tiempo a conocer a Dios a través de la oración, la lectura de Su palabra y la meditación en Su verdad. No es solo un acto religioso, es una relación viva y activa.
Vivir con justicia y amor, mostrando compasión y bondad hacia los demás, y siendo ejemplo de los valores de Cristo en nuestras acciones diarias.
Confiar en la provisión de Dios reconociendo que Él es el dador de todo y que nos conoce mejor de lo que nosotros mismos nos conocemos. Esta confianza nos permite soltar el miedo y la ansiedad por lo que está fuera de nuestro control.
Servir a los demás. Cuando buscamos el reino de Dios, nuestras acciones están orientadas a servir a los demás, en lugar de solo preocuparnos por nuestras propias necesidades. Esta forma de vivir refleja el corazón de Dios y nos lleva a encontrar gozo en bendecir a otros.
Al poner a Dios en primer lugar, nuestros problemas y preocupaciones, aunque no desaparecen mágicamente, encuentran un orden adecuado. Es como si al levantar nuestros ojos hacia el cielo, las montañas que parecían insuperables se vuelven más pequeñas, porque nuestra perspectiva cambia.
Dejar de Controlarlo Todo
Uno de los motivos por los que luchamos tanto para reenfocar nuestra atención en Dios es que queremos tener el control. Nos resulta difícil soltar, dejar que Dios sea Dios y dejar de intentar resolver todo con nuestras fuerzas. Nos cuesta creer que Dios tiene un plan perfecto, especialmente cuando las cosas no salen como esperábamos. Sin embargo, Mateo 6:33-34 nos invita a soltar esa necesidad de control, a confiar en que Dios sabe lo que necesitamos, y a poner el peso de nuestras preocupaciones en Sus manos.
Es interesante notar que Jesús no promete que nuestras vidas estarán libres de problemas si buscamos primero el reino de Dios. Él reconoce que cada día traerá sus propios desafíos. Pero también promete que Dios nos cuidará y proveerá lo que necesitamos en el momento adecuado. Al soltar la preocupación por el futuro y enfocarnos en lo que Dios quiere que hagamos hoy, comenzamos a experimentar una paz que sobrepasa todo entendimiento.
El Presente: Donde Dios Obra
Jesús también nos enseña a no preocuparnos por el mañana, porque cada día tiene ya sus problemas. Esto no significa que no debamos planificar ni ser responsables, sino que no debemos dejarnos consumir por el miedo y la ansiedad sobre lo que aún no ha sucedido.
A menudo, nuestra mente está tan ocupada en lo que podría pasar mañana, o en los problemas que aún no han llegado, que nos perdemos lo que Dios está haciendo hoy. Nos olvidamos de que el presente es el lugar donde Dios obra, donde Su gracia y provisión están disponibles para nosotros. Cuando vivimos anclados en el futuro o en las preocupaciones, nos desconectamos de la presencia de Dios y de lo que Él quiere que hagamos aquí y ahora.
Reenfocar nuestra atención en el presente nos permite ver las bendiciones que ya tenemos, los pequeños milagros cotidianos que a veces damos por sentado, y la oportunidad de vivir con gratitud. Al hacerlo, no solo honramos a Dios, sino que también encontramos una fuente renovada de fuerza para enfrentar los desafíos de cada día.
Cómo Reenfocar Tu Atención en Dios
1. Haz una pausa diaria para orar y reflexionar. Comienza tu día preguntándole a Dios qué quiere que hagas hoy. Deja que Él te guíe en lugar de seguir solo tu propia agenda.
2. Medita en la Palabra de Dios. El Salmo 119:105 nos dice que Su palabra es lámpara a nuestros pies. Leer la Biblia te ayuda a mantener tu enfoque en Su verdad y promesas.
3. Confía en la provisión de Dios. Cuando surjan las preocupaciones, recuérdate a ti mismo que Dios es quien provee y que Él te conoce mejor que nadie.
Conclusión
Reenfocar nuestra atención en lo que realmente importa no es fácil en un mundo lleno de distracciones y preocupaciones. Sin embargo, Mateo 6:33-34 nos recuerda que nuestra prioridad debe ser buscar el reino de Dios y Su justicia. Cuando lo hacemos, no solo encontramos paz y dirección, sino también la promesa de que Dios se encargará de nuestras necesidades.
Reenfoca tu Atención